Las imágenes generadas por inteligencia artificial al estilo Studio Ghibli han invadido internet. Son dulces, mágicas y altamente compartibles. Sin embargo, tras cada hada encantadora o paisaje nostálgico, se esconde un dato menos poético: cada imagen generada consume hasta 500 mililitros de agua. No es un mito, es física térmica en acción.
La IA necesita energía. Mucha. Modelos como DALL·E o GPT-4V utilizan enormes cantidades de electricidad para procesar y generar imágenes. Y esa electricidad produce calor. ¿Cómo se enfrían los servidores? Con sistemas de refrigeración líquida que requieren agua, y no poca.
Puede que medio litro por imagen no te parezca grave. Pero si lo multiplicamos por millones de usuarios generando ilustraciones cada día, la situación cambia: hablamos de millones de litros de agua diarios evaporados para sostener la creatividad digital. En tiempos donde las sequías son globales, esto debería preocuparnos.
OpenAI ha comenzado a limitar el uso masivo de generación de imágenes e investiga formas más sostenibles de operar. Pero la realidad es clara: la revolución creativa tiene un precio ecológico.
Entonces, ¿qué hacemos? No se trata de dejar de usar estas herramientas, sino de hacerlo con conciencia. Ser selectivos, informarse, y exigir transparencia a las empresas tecnológicas. Porque sí, la magia tiene su precio, y el planeta está pagando la factura.